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Cuando un tazón de ramen cuenta una historia (Comida y cultura)
Por Héctor Salamanca

Un simple plato de ramen puede contarte toda una historia sobre comida y cultura. Hoy en día, el ramen no es solo una sopa de fideos rápida que tomas en cualquier lugar. Se ha convertido en su propia forma de comunicarse. Entras en uno de esos pequeños locales de ramen en Tokio y la comida ni siquiera es lo primero que te impacta. Es un ambiente tranquilo y constante. Los cocineros trabajan con tanta concentración que toda la cocina parece latir como un ser vivo. La gente no habla mucho. Tampoco hay música a todo volumen. Solo se oye ese suave sorbo, y la cuestión es que en Japón eso no es mala educación en absoluto. De hecho, es la forma de decirle al chef que su caldo está delicioso.

El ramen no siempre fue un fenómeno cultural tan importante. Empezó como una comida rápida y económica que llegó de China a Japón a principios del siglo XX. Con el paso del tiempo, diferentes zonas le dieron su toque personal. Sapporo se hizo famoso por el ramen de miso, Hakata por ese caldo tonkotsu rico y cremoso, y Tokio por su versión más ligera a base de soja. Lo mejor del ramen es su carácter único. Cada chef modifica el caldo, elige diferentes fideos y elige sus propios ingredientes y aceites para crear algo totalmente personal.

Cuando el ramen llegó a Estados Unidos, se transformó por completo. Durante mucho tiempo, la mayoría de la gente solo conocía esos paquetes instantáneos, ya sabes, el bloque de fideos secos con ese pequeño sobre de sabor. Pero en los últimos 15 años, han surgido por todas partes auténticos restaurantes de ramen, que sirven caldos que hierven a fuego lento durante horas, o incluso días. Ahora, un solo tazón cuesta 18 dólares, lo que habría parecido una locura no hace mucho.

Todo este viaje muestra cómo la comida se mueve con las personas y cambia a lo largo del camino. Las familias inmigrantes traen sabores que al principio parecen inusuales, pero que luego se integran gradualmente a la vida cotidiana. En lugares como Nueva York, Los Ángeles o Miami, el ramen se siente totalmente normal ahora. Es solo una cosa más que podrías cenar. Pero, de alguna manera, aún conserva ese espíritu apacible de los originales bares de fideos de Tokio.

Cada cuenco lleva consigo su propia historia. Contiene relatos de rutas comerciales, de personas que se mudan a nuevos lugares, se adaptan al cambio y mantienen vivos los recuerdos. Nos muestra que la cultura nunca se queda estancada. Fluye, burbujea y se transforma en algo nuevo, sin dejar de honrar su origen.

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